“En muchos casos, la gente decide heredar su riqueza a sus hijos, y esa es una decisión perfectamente legítima. En mi caso, creo que es mejor para la sociedad y mis hijos si gran parte de la riqueza que he tenido la suerte de acumular se destina a causas que son importantes, como la tecnología, la educación, la investigación médica, los servicios sociales y muchas otras”, dijo Bill Gates en una entrevista realizada por Charlie Rose, un popular conductor neoyorkino de programas de televisión por allá por 1998. Si Gates ya había cumplido el sueño que él y Paul Allen tuvieron cuando fundaron Microsoft en 1975 de tener una computadora en cada escritorio y cada hogar, ahora es tiempo de ir por un sueño más: devolver a la sociedad parte de lo que ha logrado a través de la fundación que él y su esposa han establecido. Pero más allá del espíritu filantrópico que ha rodeado su retiro casi definitivo, su separación ha despertado dudas sobre si los mejores días de Microsoft ya pasaron. Nos guste o no, Microsoft ha jugado un papel crítico en la evolución tecnológica que hoy vivimos; y que lo haya hecho bien o mal es algo en lo que nunca podremos ponernos de acuerdo. No creo que a Gates le importara mucho lo que se dijera de él, menos aún cuando la revista Forbes lo declarara en 1994 la persona más rica en Estados Unidos, para nombrarlo un año después el más rico del mundo, título que mantuvo hasta este año. Scott McNealy, presidente y ex CEO de Sun Microsystems, se refirió a él como “el industrial más peligroso y poderoso de nuestra era”; en tanto que Larry Ellison, el CEO de Oracle, lo calificó como un buen ladrón de ideas. “Bill sale a buscar buenas ideas que robar… Pero entonces Bill comienza a reclamar el crédito por ellas. Comienza a creer que realmente fueron sus ideas. No se ve a sí mismo como un Rockefeller, sino como un Edison”. ¿En qué condiciones deja Gates a la firma? Hoy, Microsoft enfrenta retos importantes, como casi siempre lo ha hecho a lo largo de su historia. Por un lado, la proliferación de formatos abiertos en el terreno de las suites de productividad, como es el caso de Google Docs, están menguando en el avance del Office; por otro lado, las tecnologías Web 2.0 y el modelo de software como servicio (SaaS) están impactando en Windows y sus productos empresariales Dynamics. A esto su suma el hecho de que Microsoft no ha lanzado nada novedoso en casi una década, aun cuando destina alrededor de $7,000 mdd al rubro de investigación y desarrollo; y el infructuoso intento por comprar Yahoo para endurecer su competencia con Google. Y qué decir de Windows Vista que ha sido calificado como el gran “looser” y que pronto será reemplazado por Windows 7. Con Bill Gates al frente, el creador de Internet Explorer ha podido superar otros desafíos igual o mayores que los actuales; ahí está WordPerfect, IBM, Lotus, Novell, Netscape y hasta el Departamento de Justicia, con quien se vio muchas veces la cara para afrontar las demandas por prácticas monopólicas. En lo que analistas y medios coinciden es en la urgencia de que Microsoft haga cambios internos para seguir siendo un importante jugador de la industria de la tecnología de la información, lo cual ahora será responsabilidad de Steve Ballmer, quien heredó en vida el papel de CEO en enero de 2000, al igual que la misión de reinventar la empresa. “[Ballmer] sigue enfocado a las ventas y no pone atención al resto de la empresa”, opina Rob Enderle, analista de Enderle Group. Dice que el ejecutivo ha descuidado las operaciones de Microsoft y no ha logrado tomar decisiones estratégicas. Pese a las dudas, hoy tiene el destino de Microsoft en sus manos. Bill Gates ya ha hecho su trabajo; por ahora se va a hacer el bien sin mirar a quién.