El alcance de la crisis global por COVID-19 no tiene precedentes, impactó cada área de nuestra vida diaria. Sin embargo, después del shock inicial, las personas (y la tecnología) enfrentaron el desafío y nos encontramos con innumerables formas de lidiar con la situación, de sostener los vínculos sociales, de mantener la economía en funcionamiento, así como el flujo de conocimiento e información.
Cada parte de la economía, cada actor en nuestra vida diaria encontró alternativas. Con el teletrabajo, las videoconferencias (sin mencionar los happy hours virtuales) y las compras de comestibles en línea, el mundo digital de pronto se convirtió en la nueva normalidad.
La tecnología puede verse como algo frío e impersonal, pero es lo que mantuvo nuestras empresas y nuestros países funcionando durante esta crisis.
En medio de ello, todos nos convertimos en embajadores de la industria tecnológica y de la transformación digital del mundo. Muchos de nosotros hemos adoptado, progresivamente, servicios y aplicaciones digitales en los últimos años, pero la pandemia generó nuevas necesidades. También generó nuevos usuarios: personas que acceden a servicios en línea, como la cuenta bancaria o un portal gubernamental, por primera vez. Y todos nos convertimos en usuarios entusiastas de soluciones de pago móviles y sin contacto.
Esta rápida adopción de lo digital destaca varias cosas:
- El uso de la tecnología sin contacto, que se expandió aún más durante la crisis, se convertirá en una parte permanente de nuestra vida.
Las transacciones diarias sin contacto (por tarjeta o teléfono móvil) se han duplicado desde que comenzó la crisis, y todo el sistema, desde las terminales de pago hasta las conexiones a Internet, ha hecho frente al aumento de la carga. Más allá de los aspectos de salud, la tendencia subyacente para su adopción es una mayor movilidad. Las formas en que accedemos a los edificios o al transporte público inevitablemente cambiarán para hacer que el flujo de personas sea más seguro y ágil.
- La seguridad cibernética no es un extra opcional
La pandemia trajo consigo una nueva ola de ataques cibernéticos y, lamentablemente, muchas organizaciones aún eran demasiado vulnerables. Ya conocíamos los riesgos, pero hoy son más reales que nunca. Existe una clara necesidad de invertir en una seguridad que evolucione con el entorno de las amenazas.
- La identidad digital es esencial para probar quién somos en línea y para acceder a los servicios de forma remota.
El aislamiento incrementó la necesidad de soluciones simples de identificación digital que nos permitan probar quién somos al acceder a los servicios desde una computadora o un teléfono inteligente. Numerosos gobiernos y empresas están trabajando en esquemas de identidad de ese tipo.
- El mundo digital debe basarse en la confianza.
Al usar un servicio digital necesitamos tranquilidad, así como el equilibrio correcto entre seguridad y conveniencia. Sin embargo, podemos retirar esa confianza en el momento en que algo salga mal (o se perciba que algo salió mal).
La crisis de Covid nos ha enseñado muchas cosas, y muchas nuevas oportunidades y desafíos están ahora en el horizonte. Esto nos ayudará a construir la sociedad del mañana, una sociedad basada en servicios digitales que no solo son prácticos sino que también respetan los derechos del individuo. Al mismo tiempo, no debemos pasar por alto la necesidad de inclusión y los esfuerzos necesarios para educar y capacitar a todos los usuarios, algunos de los cuales todavía ven el mundo digital como algo intangible y complejo.
Lo que construiremos para el mañana no será ni 1984 ni Brave New World (Un mundo feliz), sino una sociedad resiliente y solidaria, con la mira puesta firmemente en la innovación y el progreso.
Por: Philippe Vallée, Vicepresidente Ejecutivo para Digital Identity & Security Thales.