Nadie puede negar el impacto transformador del COVID-19, el mundo en que vivimos hoy es diametralmente distinto al que conocíamos tan solo unos meses atrás. Esta experiencia nos ha demostrado la capacidad de respuesta y adaptación que tenemos como sociedad; pasamos de un estado de alerta a una semi-normalidad aprendida y, en consecuencia, hoy vemos como poco a poco reconstruimos relaciones, hábitos y proyectos.
La consultora Deloitte habla de este proceso como un camino de tres fases: respuesta, recuperación y crecimiento. Sin embargo, para dar el salto entre las dos últimas hace falta una capacidad crítica, la de reinventar. Aquellos con la capacidad de innovar en su campo son más propensos a reaccionar de forma ágil, más flexibles para lidiar con los cambios sin importar lo retadores que estos sean y, por ende, tienden a desarrollarse de forma más acelerada que otros.
Se estima que, al inicio de la pandemia, los mercados globales perdieron entre el 10 y el 30% de su valor, retomando una curva ascendente constante hasta el anuncio de la primera vacuna. Para la economía mexicana, esta coyuntura representó una contracción en el PIB nacional de 8.2 puntos porcentuales al cierre de 2020, además de poner en pausa o cierre definitivo la operación de millones de negocios en el país.
En un presente donde parece casi arbitrario qué proyectos cesan y cuales sobreviven, la tecnología ha jugado un papel fundamental para mantener al sector empresarial en marcha. Incluso antes de la pandemia se consideraba que las organizaciones que asumen la transformación digital son hasta 26% más rentables que sus competidores; tomando en cuenta el mundo en el que vivimos, donde las políticas de aislamiento social y teletrabajo son parte de la cotidianidad, esta noción se hace más evidente que nunca.
Con la imperativa urgencia de vacunación a nivel global, todos nos volvimos rápidamente conscientes de la relevancia de la investigación científica en nuestra vida diaria; es más que probable que generaciones que recién ingresaron a la educación básica estén más familiarizados con nombres de laboratorios que con sus compañeros de clase. La cuestión es que, aunque muchas veces invisible, la ciencia es en gran medida la base de nuestra sociedad actual: detrás de cada alimento que consumimos, cada programa televisivo que observamos, cada dispositivo con el que interactuamos, hay todo un proceso de investigación y desarrollo para traerlo a nuestras manos.
Del mismo modo que el proceso de reacción-reinvención ante la pandemia se constituye de tres etapas, las claves para detonar una transformación sustancial de las personas y empresas en la nueva normalidad comprende también tres pilares: ciencia, tecnología e innovación. Vemos un ejemplo claro de esto cuando observamos que los países que más invierten en investigación y desarrollo lideraron la producción de vacunas en el mundo.
Siguiendo esta dinámica, la iniciativa privada ha incrementado su inversión en investigación y desarrollo, particularmente en empresas de tecnología, software y servicios digitales, donde el aumento presupuestal creció hasta en un 35% en algunos casos. A menor escala, los negocios también intensificaron sus iniciativas de adopción tecnológica, al grado que 9 de cada 10 empresas en México aceleraron la adopción de una o más tecnologías.
Simplemente para habilitar el home office alrededor del mundo, más de una compañía tuvo que decidirse a dar el salto a la nube, un modelo que está diseñado para manejar grandes volúmenes de datos y cargas de trabajo complejas, lo que resultó de vital importancia para soportar las demandas de infraestructura y servicio creadas por la crisis de COVID-19.
El impacto a largo plazo de la adopción tecnológica era un paso natural, uno que se vio acelerado por la emergencia sanitaria, pero que ayudará a las organizaciones a mantenerse en línea con las necesidades del mercado a largo plazo: el empleo de soluciones de colaboración, videoconferencia, almacenamiento y procesamiento de datos seguirá en alza, por lo que invertir en TI en este periodo de cambio es, al final del día, un gasto oportuno.
Tal nivel de adopción digital también ha acercado a la sociedad al desarrollo de una economía más inteligente, que promete nuevas formas para que las empresas crezcan y sean más productivas.
Si bien no es reciente la idea de que la ciencia es el detonante de la tecnología y esta, a su vez, es una plataforma para la innovación. Actualmente observamos de primera mano el poder transformador que tiene esta cadena de eventos, impulsando al mundo para ser más resiliente, fuerte e inteligente, una característica que en la era de los datos y la nube, resulta más accesible que nunca.
Por: Hiram Monroy, director de Commercial Sales para AMD en México, Centroamérica y el Caribe.